MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS. 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
El jueves 6 de noviembre cuando la señora ajena me llamó por la mañana, su voz al otro lado de la línea tenía una calidez que invitaba a confiar. Me extendió una invitación para asistir esa misma tarde a una reunión de sanación que se llevaría a cabo en casa de una de sus hermanas. El encuentro contaría con la presencia del padre Hollman Londoño, un sacerdote de gran renombre en la región, conocido por realizar estos actos de sanación material y espiritual. En su voz percibí la certeza de que este encuentro podría traer la respuesta que había estado buscando.
Decidí asistir, sabiendo que lo único que podía hacer era mantener la mente abierta y permitir que el proceso se desarrollara sin resistencias.
Salimos temprano, pues el padre Hollman solía atraer a un público considerable, y era común que estos actos se llenaran rápidamente. La noticia de que el encuentro sería en pleno centro de la calle, acondicionada por los vecinos para este fin, nos permitió anticipar la magnitud del evento. Al llegar, observé la zona, transformada en un pequeño santuario improvisado, con los vecinos colaborando para hacer de esa calle un lugar adecuado para recibir a todos los asistentes. Había una energía especial en el aire, algo que se percibía, aunque aún no sabíamos exactamente qué esperar.
Nos posicionamos cerca de la entrada de la casa anfitriona, observando con atención el lugar. En ese preciso instante, una camioneta blanca apareció en la esquina posterior de la calle, su aparición fue tan inesperada como solemne.
221
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
De ella descendió el padre Hollman, la figura que tanto había escuchado nombrar, pero que jamás había tenido la oportunidad de ver en persona. La presencia de aquel hombre, con su caminar sereno y su mirada penetrante, llenó el espacio con una calma inexplicable.
Mientras avanzaba hacia nosotros, mi mente se inundó de pensamientos contradictorios. Aquel momento parecía estar cargado de un simbolismo que no entendía del todo, pero que me hacía sentir que algo trascendental estaba por ocurrir. Sin poder evitarlo, volví a elevar una oración, una súplica silenciosa para que esta reunión fuera, efectivamente, la respuesta que mi alma tanto había clamado. Mi corazón latía con fuerza, y en ese suspiro de esperanza, una sensación de paz me invadió.
Como si en ese preciso instante, el universo hubiera hecho converger todos los elementos necesarios para que, por fin, algo cambiara. Mis oraciones fueron escuchadas, y esa tarde, como una señal clara, la respuesta llegó de manera rotunda y definitiva.
El padre Hollman, con su serenidad y porte inconfundibles, se dirigió hacia la casa anfitriona. Sin embargo, antes de entrar, se detuvo frente a mí. Vi cómo, con un gesto cargado de propósito, posaba su mano derecha sobre mi hombro izquierdo. Sus ojos se fijaron en los míos, y me dijo con una certeza que caló hondo en mi ser: "No te preocupes más por lo que padeces, estás curado, y jamás volverás a sufrir de algo similar". Aquellas palabras, cargadas de una energía especial, resonaron en mi interior de una forma que nunca había experimentado.
222
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS. 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Sentí una paz profunda, una serenidad que me envolvió por completo, como si algo dentro de mí se hubiera relajado definitivamente.
En ese momento, sin poder contenerme, unas lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Era la respuesta a tanto sufrimiento, a tantas noches de insomnio y preocupación. La sensación de alivio era tan grande que no supe cómo expresar lo que sentía, así que lo único que hice fue realizar una pequeña venia de aprobación, agradeciendo desde lo más profundo de mi ser. Aquella certeza en sus palabras me transmitió una confianza que solo los grandes espíritus son capaces de otorgar.
A partir de ese instante, algo comenzó a cambiar. El decrecimiento de los furúnculos, esos molestos bultos que habían invadido mi cuerpo durante tanto tiempo, fue progresivo y notorio.
Más de cincuenta de estos se habían alojado en diversas partes de mi cuerpo, una condición que me había acompañado durante largo tiempo. Pero ahora, como por arte de magia, comencé a sentirme considerablemente mejor. El dolor, que antes era constante, se fue tornando más tenue, casi imperceptible. Los furúnculos empezaron a secarse y, en menos de una semana, desaparecieron por completo. Fue un proceso tan rápido que me resultó milagroso. Han pasado ya veinte años desde aquel encuentro, y puedo decir con total seguridad que jamás he vuelto a experimentar el más mínimo síntoma de reincidencia. Es como si aquella intervención divina hubiera sellado mi curación de una vez por todas. Mientras tanto, en el ámbito personal, la situación también estaba tomando un giro inesperado.
223
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS. 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Maureen Luz, estimulada por la situación y el entusiasmo que veía reflejado en mí, tomó una decisión importante. Después de todo lo vivido, se dio cuenta de lo mucho que me había impactado este cambio en mi vida, y decidió darnos un tiempo para reflexionar sobre lo que estábamos viviendo. Aunque nuestra relación siempre fue sólida, esta experiencia parecía haber marcado un antes y un después. Con el fin de comenzar una nueva etapa, Maureen Luz decidió trasladarse a Barranquilla en enero del siguiente año, llevando consigo solo una parte mínima de sus enseres.
El apartamento que compartíamos fue entregado, y tomé en arriendo otro en el barrio El Prado, en una zona más tranquila. Allí, con el resto de los enseres, inicié esta nueva etapa, ahora acompañado por la señora ajena, quien cada vez me sorprendía más por su dedicación y empeño en la relación.
Cada día, me mostraba más apoyo y comprensión, lo cual me hacía sentir increíblemente afortunado. A menudo, ella salía de mi casa casi a la medianoche, ya que no quería separarse de mí, y los fines de semana se convertían en una excusa para inventar viajes a diferentes lugares, siempre con el objetivo de pasar más tiempo juntos. Nuestra conexión se fortaleció aún más con cada paso que dábamos, y sentía que estábamos construyendo una relación sólida y llena de pasión, en la que la distancia nunca fue un obstáculo.
El compromiso de ambos hacia la relación se hizo evidente en estos gestos cotidianos, y la dedicación que ponía la señora ajena me dejaba sin palabras. Su empeño en que compartiéramos más tiempo juntos me hizo darme cuenta de lo afortunado que era al tener a alguien que valoraba la relación tanto como yo.
224
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS. 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Sentía que, a pesar de las adversidades que habíamos vivido, estábamos creando una vida que valía la pena, llena de momentos que quedaban grabados en mi memoria.
Para Maureen Luz, la situación fue completamente diferente. Aunque al principio las expectativas parecían ser buenas, su hermana, que había sido tan amable al principio, cambió radicalmente con ella. A medida que pasaban los días, la convivencia se tornó cada vez más difícil, convirtiéndose en un verdadero calvario. Maureen Luz me reportaba a diario, cada vez con más desesperación, con la esperanza de que fuera solo una fase pasajera, pero no fue así. Las diferencias entre ellas se acentuaron aún más, y la tensión crecía a medida que pasaba el tiempo.
Viendo su sufrimiento, tomé la decisión de proponerle algo que nos ofreciera un respiro a ambos: le sugerí que tomara en arriendo un apartamento en Cartagena, y me comprometí a subsidiar, con la intención de que pudiera estar cómoda y, sobre todo, tranquila. Tras pensarlo un poco, aceptó y viajó a buscar un lugar que se ajustara a sus necesidades. Fue una decisión importante, una que reflejaba mi deseo de verla en paz y en un ambiente más adecuado para ella.
En otro frente, las circunstancias de mi vida laboral también tomaron un giro inesperado. Un fin de semana, me surgió un contratiempo relacionado con la mercancía que debía despachar urgentemente. No tenía suficiente efectivo para cubrir los anticipos, y era imposible que Bogotá pudiera enviarme el dinero necesario a tiempo. Ante esta situación, decidí recurrir a un colega con quien había establecido una buena relación.
225
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS. 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Aunque él tampoco disponía de los recursos necesarios, me presentó a Don Orlando López Carmona, un señor que se dedicaba a cambiar cheques y, lo que fue aún más valioso, me resolvió el problema de inmediato. No solo me solucionó el impase económico, sino que, de alguna manera, se convirtió en un verdadero benefactor para mí. A partir de ese momento, nuestra relación se consolidó y hasta el día de hoy, le considero mi mejor amigo. A pesar de la distancia que nos separa, ya que vivimos en ciudades diferentes, mantenemos una comunicación constante, y para mí, su amistad ha sido fundamental a lo largo de los años.
Este tipo de experiencias me llevó a reflexionar sobre el famoso dicho que afirma que "los hijos siguen el ejemplo de sus padres". Personalmente, no comparto esa visión, ya que considero que la vida es mucho más compleja.
Un claro ejemplo de esto lo encontré en la familia de Don Orlando. Sus padres fueron fumadores toda su vida, y cuando sus hijos eran pequeños, la madre, para evitar ir hasta la cocina a encender un cigarro, les pedía a sus hijos varones (eran cuatro) que lo hicieran por ella. Sin embargo, ninguno de esos hijos siguió el ejemplo, y hasta la fecha, ninguno de ellos fuma ni ha fumado. Por el contrario, en mi familia, a pesar de que mis padres nunca fumaron, considerándolo uno de los peores hábitos que podía adquirir un ser humano, los tres hijos varones nos convertimos en fumadores en diferentes etapas de nuestras vidas. Este contraste me lleva a pensar que las influencias familiares y los hábitos no siempre se transmiten de manera directa.
226
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS. 1971 – 2021. CARLOS CAMPOS COLEGIAL
En otros casos, como el de Don Pacho, que nunca bebió alcohol, dos de sus hijos, incluido el narrador de la historia, terminaron siendo alcohólicos, y uno de ellos lamentablemente falleció debido al incremento desmedido de esta adicción. Este tipo de situaciones me lleva a la conclusión de que tenemos tareas y lecciones específicas que debemos experimentar en esta vida, tareas que, tal vez, traemos de vidas pasadas. Si bien no podemos cambiar el pasado, sí tenemos la oportunidad de elaborar estas lecciones en el presente de la mejor manera posible.
En una ocasión, durante una visita a un taller automotriz, me encontré con algo realmente peculiar: varios huevos de tortuga habían eclosionado y las pequeñas criaturas habían emergido de sus cáscaras. Mientras me dirigía al carro, descubrí a una de ellas, recién nacida, que se encontraba completamente desorientada y moviéndose de manera torpe.
La recogí con delicadeza y la coloqué en el piso del carro, imaginando que encontraría un buen lugar para cuidarla más tarde. Sin embargo, al llegar a casa, me distraje con otras cosas y, por algún motivo, me olvidé por completo de la pequeña tortuga.
Al día siguiente, Maureen Luz, al salir en el carro, notó algo extraño le tocaba el pie. Ella siempre manejaba descalza, lo que facilitó que sintiera un leve movimiento. Intrigada, se estacionó y miró hacia abajo, descubriendo al animalito que había estado olvidado allí. Al principio no sabía qué hacer con ella, pero decidió llevarla de vuelta a casa, y en cuanto llegó, le dio un poco de lechuga, que devoró con gusto, y agua, la cual bebió con avidez.
227
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
A partir de ese momento, la pequeña tortuga se convirtió en un miembro más de nuestra familia. Pasaron los años, y a medida que crecía, se volvió una presencia constante en la casa, disfrutando de la libertad de moverse por nuestro patio y buscando siempre la mejor sombra para descansar. La ventaja de tener una mascota como ella es que, a diferencia de otros animales que requieren cuidados constantes o que pueden enfermarse fácilmente, las tortugas tienen una naturaleza mucho más resistente. Su dieta es variada, ya que comen prácticamente cualquier cosa que les ofrezcan, y por su longevidad, se sabe que podrían vivir muchos años. Con el tiempo, fue una bendición tenerla, no solo por su compañía, sino por la tranquilidad de saber que su vida no estaría limitada a una corta etapa, como sucede con otras mascotas. Hoy en día, más de 20 años después, sigue viva, con una descendencia numerosa. A pesar de los años, sigue manteniendo una energía juvenil y se ha convertido en un símbolo de longevidad y paz en la familia.
A lo largo de los años, he aprendido a admirar la tenacidad de este ser que, de alguna manera, ha llegado a representar una de las enseñanzas más valiosas: la vida es un regalo que hay que cuidar, pero también un proceso que debe ser vivido con calma y paciencia, como lo hace nuestra tortuga, disfrutando de su juventud eterna.
Años después, durante un cargue de tuberías en un puerto de Cartagena, descubrí algo inesperado: un nido de serpientes boa constrictor, que usualmente generan pavor en las personas, sin importar si son venenosas o no. En este caso, la serpiente no era venenosa, pero estaba muy pequeña, no alcanzaba el metro de longitud.
228
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS. 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Como no se podía sacar de ese lugar, decidí colocarla dentro de la cabina de la mula, comprometiéndome con el conductor de que la tomaría cuando fuéramos a salir del puerto.
Al momento de salir, la serpiente no apareció por ningún lado, lo que nos preocupó. El conductor, claramente aterrorizado, entró en pánico y no pudo continuar conduciendo, así que tuve que sacar la mula del lugar. Ya en el parqueadero, después de un largo rato buscando, finalmente encontramos al animal en la tapicería del techo de la cabina. La tomé con cuidado y la llevé a casa, pero allí la situación se complicó. La presencia de la serpiente llenó de intranquilidad y miedo a Maureen Luz, quien no soportaba el estrés que le generaba la idea de tenerla cerca. Me solicitó que la sacara de allí, y como no podía dejarla en casa, decidí obsequiarla a un conductor que tenía una casa en su finca infestada de ratas. No supe más de ella después de esa entrega.
A través de esta experiencia, aprendí algunas lecciones valiosas sobre las serpientes como mascotas. Aunque mucha gente le teme a estos reptiles, descubrí que, para quienes no tienen fobia, pueden ser criaturas fascinantes. Las boas constrictoras, por ejemplo, se alimentan cada 10 o 15 días, y su dieta se basa principalmente en pollitos, ratones, ratas y pequeños animales vivos. En caso de no contar con alimento vivo, se puede resolver el problema dándoles un par de huevos, aunque esta solución solo es temporal. Durante largos periodos, las serpientes duermen, y solo salen de su lugar cuando sienten un rayo de sol.
229
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Curiosamente, llegué a notar que estas serpientes desarrollan un tipo de vínculo con su dueño, conociéndome y estableciendo una especie de amistad. De hecho, a la hora de entregar la serpiente al conductor, me costó trabajo hacer que aceptara irse con él. La serpiente, al parecer, se había encariñado conmigo. Se aferraba a mi cuello, y luego, al estar con su nuevo dueño, se estiraba hacia donde yo estaba, como si tratara de alcanzarme nuevamente. Fue un momento curioso, que me dejó una profunda reflexión sobre la capacidad de los animales para formar lazos, incluso con aquellos que no son sus tradicionales compañeros de vida.
La luna de miel intensa con la señora ajena duró relativamente poco. El domingo 29 de febrero de 2004, tras recibir la noticia de que Maureen Luz había regresado a Cartagena, la señora ajena estalló en cólera. De repente, emergió el demonio que llevaba dentro, comenzando a vociferar contra nosotros con una furia inesperada.
Era la primera vez que una pareja me maltrataba verbalmente de esta manera, y lamentablemente no sería la última. Como podrán darse cuenta al final de este relato, se encontrarán con lo que comúnmente se conoce como "la tapa de la olla", la que cubre todo lo que se oculta dentro y que inevitablemente debe salir a la luz. Este episodio fue, en cierto modo, un anticipo de lo que me aguardaba años más tarde, un acontecimiento que, en su momento, logré sortear con una tranquilidad y paz interior que, en su momento, parecía lejana.
230