contador de visitas html

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

    Unos días después, el miércoles 11 de enero de 1989, cuando salía del hotel alrededor de las nueve de la mañana, un niño de aproximadamente 10 años me abordó ofreciéndome dos quintos de la lotería de Cúcuta, asegurando que allí estaba el premio mayor y que debía comprarlos porque iba a ganar la lotería a la fija. Le respondí que no estaba interesado y seguí mi camino. Sin embargo, al regresar al hotel para almorzar, el niño aún seguía allí, y me insistió nuevamente en que le comprara los dos quintos, argumentando que uno de ellos era el mayor. Volví a negarme, pero cuando salí del hotel alrededor de las tres de la tarde, me abordó una vez más y me insistió con la misma historia. Al final, acepté comprarle uno, simplemente para premiar su perseverancia.

     Los números que me ofreció fueron 4546 y 4547. Compré el primero, pagué y continué con mi día. Al día siguiente, al bajar a la recepción del hotel, la niña que trabajaba allí me preguntó cuál número de la lotería había dejado pendiente, ya que había caído uno de los números que el niño me había estado vendiendo el día anterior. Me mostró los resultados en el diario local, y para mi sorpresa, el número que compré había ganado, pero lo más asombroso fue que el segundo número, el que no compré, resultó ser el del premio mayor. Así, obtuve el premio anterior al mayor, pero no fue lo suficientemente abundante. Es la única vez que estuve tan cerca de ganar la lotería, y pensar que tuve el mayor en mis manos. Sin embargo, no era para mí. Durante el tiempo que estuve en Cúcuta despachando la tubería, decidí aprovechar para aprender a manejar tractomulas. 

131

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

     Así que, cuando no había vehículos para cargar, me subía a una de las mulas nuevas en la mañana y me dirigía hasta Bucaramanga. Si encontraba alguna mula que venía de regreso, me devolvía en ella para despacharla al día siguiente. Además, aproveché para recibir la grata visita de La Chinita durante algunos fines de semana y la Navidad, y Maureen Luz también me visitó en otros fines de semana y en Año Nuevo. Por fortuna, todo salió bien, y regresé a Barrancabermeja, el jueves 16 de marzo de 1989.

      El regreso después de terminar el despacho de la tubería tomó cuatro días hasta Bucaramanga, a bordo de tres camiones conocidos como "carros machos". Un carro macho es un camión doble troque, robusto y con una plataforma con rodillos para cargar objetos pesados, wincher y plumas para manejar diferentes tipos de cargas. Dos de estos camiones fueron utilizados para cargar la tubería a las mulas, y un tercero fue comprado por Don Mario en Venezuela, a un precio muy bajo, aunque en pésimas condiciones mecánicas. Este camión llegó a Bogotá rodando, pero con serias fallas: el motor estaba casi destruido, la caja de cambios necesitaba reparación y carecía de frenos, entre otros problemas.

    El viaje con los tres carros fue una odisea, ya que estos se desplazaban como una unidad. De hecho, el viaje se hizo más lento de lo esperado, ya que la velocidad promedio no superaba los 20 kilómetros por hora debido al estado de los vehículos, y las condiciones mecánicas del camión recién adquirido complicaron aún más las cosas.

132

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

      Esto provocó una demora considerable en el trayecto, con los tres camiones enfrentando constantes dificultades durante el recorrido. En este recorrido quiero resaltar una anécdota que quedó grabada en mi memoria. Al llegar a la altura del Páramo de Berlín, en medio de un paisaje solitario, encontramos una pequeña caseta que era atendida por una señora mayor, santandereana, de carácter fuerte y bastante reservada. En su modesto negocio vendía tinto, gaseosas, empanadas, pan, entre otros productos. Los tres camiones estacionaron allí para hacer una pausa. El conductor del vehículo averiado era un supervisor enviado desde Bogotá, un hombre muy serio, de pocas palabras, pero de una gran educación, llamado Mario Navas.

     Nos sentamos a descansar y, como era costumbre en esos lugares, pedimos agua de panela con queso, que nos sirvieron mientras nos tomábamos un respiro. Aproveché la ocasión para hacerle una pregunta a la señora, que no podía dejar pasar. En voz alta y con la esperanza de que la respuesta me diera algo interesante, le pregunté: "Hágame un favor, ¿usted conoce a un señor que se llama Mario Navas?". La señora, sin levantar mucho la vista, respondió de manera tajante: "No, señor, no lo conozco".

    Al principio pensó que tal vez era solo un malentendido, así que dejé pasar un rato y volví a preguntar lo mismo, pero esta vez insistí, añadiendo que Mario Navas era muy conocido en la región, que era dueño de muchas tierras. Sin embargo, la señora, visiblemente molesta, me repitió, esta vez con más firmeza: "No lo conozco, es la primera vez que oigo ese nombre".

133

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

    Ante su negativa, y sintiendo que debía insistir aún más, volví a formular la misma pregunta, pero con una nueva insinuación: "Él es tan conocido por aquí que, de hecho, el sitio donde usted está debe ser de él".

   Fue en ese momento cuando la paciencia de la señora se agotó por completo. Con voz alta y visiblemente enfadada, me gritó: "¡Le dije que no conozco a ningún gran hijueputa que se llame Mario Navas!".

    La situación quedó en un silencio incómodo. Sin embargo, en ese preciso instante, Don Mario, quien había estado observando todo con una serenidad admirable, se acercó a mí, me dio una sonrisa cortés y, con un tono calmado, me dijo: "¿Ahora sí contento, Don Carlos? Sigamos nuestro camino".

   Con esa breve intervención, pagamos la cuenta y, aunque algo avergonzado, continuamos nuestro insólito viaje. Sin duda, fue uno de esos momentos que reflejaban lo impredecible de los viajes y las sorpresas que a menudo nos traen.

   Pocos días después, en la mañana, recibí una llamada de Doña Carmen, quien me comentó que necesitaba urgentemente someterse a una cirugía de vesícula. La situación era crítica, pues solo faltaba conseguir al menos una bolsa de sangre, pero no lograban encontrar un donante debido a lo escaso de su tipo sanguíneo, O negativo. Le aseguré que haría lo posible para ayudarla, así que me comprometí a llamar a Don Mario para que me concediera un permiso urgente para esa misma noche, poder viajar, donar la sangre al día siguiente y regresar a Barrancabermeja.

     En cuanto acabé de hablar con Doña Carmen, recibí una llamada de Don Mario solicitándome que me dirigiera a Tibú para realizar una operación con una tubería en Campo Dos. La instrucción era salir de inmediato, ya que debía comenzar el trabajo al día siguiente. Sin pensarlo demasiado, preparé el vehículo y partí hacia Pamplona, donde me dirigí al hospital local.

134

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

     En el hospital me encontré con un compañero de la promoción, quien estaba encargado de recolectar la sangre para el banco del hospital. En esa época, era promiscuo y, como nunca había utilizado preservativos, le pedí un favor muy delicado: si llegaba a encontrar alguna anomalía en la sangre, prefería que no me lo informara. Él, con una actitud de total discreción, aceptó y, además, me solicitó que donara una bolsa de sangre más para el banco del hospital.

    Aunque le expliqué que debía seguir mi viaje hacia Tibú y que necesitaba estar en óptimas condiciones para ello, él me aseguró que no habría ningún problema. Me dio algunas recomendaciones para recuperarme rápidamente tras la donación. "Campitos, usted puede donar sin problemas, solo recuerde consumir bastante líquido, como agua, leche y jugos, una vez termine. El organismo es capaz de recuperar la sangre en muy poco tiempo", me explicó con tranquilidad.

    Agradecido por su apoyo y consejo, me comprometí a seguir sus indicaciones y me preparé para continuar mi viaje a Tibú, sabiendo que, aunque el día había comenzado con una urgencia personal, también me enfrentaba a un desafío importante en mi trabajo. La vida, en ocasiones, nos coloca en situaciones en las que debemos equilibrar la ayuda a los demás con nuestras propias responsabilidades.

135

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

    Pasé por la casa para informarles que ya todo estaba listo para la cirugía programada para el día siguiente. Estuve charlando un rato con mi familia, y cuando ya eran alrededor de las ocho de la noche, me disponía a salir para Tibú a cumplir con mis deberes.

    Fue en ese momento cuando mi hermana Carmen, visiblemente alterada, me increpó bruscamente, exigiéndome que no viajara y que me quedara a esperar la cirugía. Le respondí calmadamente, pero con firmeza: "Ya hice lo que debía y podía hacer, no soy médico, tengo que trabajar mañana muy temprano y debo amanecer en el sitio de trabajo".

    Sin embargo, ella no aceptó mis palabras y, airada, me gritó que no podía irme, que era nuestra madre, no un perro callejero. En ese instante, algo en mi interior se rompió y perdí el control. Respondí con términos desobligantes y ofensivos, algo que raramente hago en mi vida. Me alejé del lugar descontrolado, con una sensación rara, una que solo he experimentado tres veces en mi vida: con una mesera en Yondó, con un lustrabotas en Santa Marta, y ahora, en ese momento con mi hermana.

    La cirugía, afortunadamente, fue todo un éxito, aunque también marcó un récord en la historia del hospital. Jamás se había removido una vesícula de tamaño tan gigantesco, con más de cien cálculos dentro. Doña Carmen, a pesar de su salud generalmente buena, había sufrido durante mucho tiempo de fuertes cólicos abdominales, los cuales mitigaba con una cucharada de aceite de oliva, de almendras, o de comer. Durante años, ella sorteó esos cólicos, sin saber que en realidad su vesícula se estaba expandiendo, acumulando cálculos a un ritmo alarmante.

136

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

      Por otro lado, mi naturaleza humana es compleja cuando se trata de maltrato. Cuando trato mal a alguien, un estado de pesar y dolor en el alma se apodera de mí, dejándome incapaz de ser la misma persona frente a esa persona con la que he actuado de manera inapropiada. Si alguna vez tengo que cruzarme de nuevo con esa persona, un profundo sentimiento de dolor, tristeza, abatimiento y vergüenza me invade, impidiéndome expresar lo que realmente quisiera. Es por eso que, en la medida de lo posible, prefiero ser yo quien reciba maltrato o palabras duras de los demás, porque me queda tranquilo y sin resentimientos. La pena, en cambio, se cierne sobre quien lo hizo, porque generalmente la otra persona se siente incómoda y hasta arrepentida de lo sucedido.

      Apelo a la ley de oro: "Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti; no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti". Si tan solo todos aplicáramos esta simple ley en nuestras vidas, las relaciones humanas serían mucho más armoniosas y todos viviríamos más tranquilos. Más adelante, compartiré un ejemplo personal que ejemplifica cómo esta ley ha cambiado mi perspectiva sobre el trato con los demás.

     La relación paralela continuó funcionando a la perfección, al punto que me parecía demasiado buena para ser real. Las únicas experiencias que había tenido, en cuanto a relaciones similares, eran con personas de mucho dinero. En mi caso, sin embargo, aplicaba la norma de "volador hecho, volador quemado", lo que implicaba un equilibrio entre disfrutar de mis propios gustos y comportarme con cierto grado de prudencia.

137

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

     A pesar de ello, no dejaba de consentirme en todo lo que consideraba adecuado. Siempre apliqué una fórmula que me resultó muy cómoda, vivir rico y morir pobre. Don Mario Zorro, por su parte, constantemente me criticaba por mi actitud frente a las cosas materiales. Según él, el dinero lo era todo en la vida, sin él no valíamos nada, y era la solución a todos los problemas. Sin embargo, la vida se encargaría de desmentir esa premisa años más tarde, como les contaré más adelante.

    Los dueños de la casa en la que estaba arrendado pertenecían a la gnosis, lo que me llevó a adentrarme bastante en este ámbito. Fue gracias a ellos que conocí al padre del dueño de casa, quien, entre otras cosas, se desempeñaba como obispo gnóstico. Después de varios días conversando sobre estos temas, él me mencionó la práctica de la regresión a vidas pasadas, algo que, para mí, siempre había tenido sentido. Si pensáramos que venimos solo una vez a este mundo, seríamos como los automóviles: fabricados en serie, con las mismas características, y el futuro dependería de cómo el conductor maneje el vehículo. Sin embargo, la realidad es que no es así, y eso me intrigaba profundamente.

     Un día, durante una de nuestras charlas sobre el tema, le comenté que me gustaría saber por qué me sucedían cosas tan insólitas, y si era posible encontrar una respuesta a través de la regresión. No solo me confirmó que esto era posible, sino que se ofreció amablemente a realizarla, si yo lo permitía. Sin dudarlo, acepté la propuesta. La idea de obtener respuestas sobre las experiencias tan extrañas que había vivido me llenaba de curiosidad, y no quise desaprovechar esa oportunidad. 

138

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

      Después de un período de preparación para la regresión, llegó el gran día que tanto había esperado. A partir de ese momento, desaparecieron todos los sentimientos de culpa y los miedos que me habían acompañado frente a las diversas situaciones que todos enfrentamos en este planeta. El proceso comenzó con una inducción a un estado profundo de relajación. Me sentí profundamente tranquilo y, a medida que avanzaba en el proceso, comencé a viajar atrás en el tiempo, reviviendo lustros de mi vida actual, hasta llegar al momento en que fui concebido en el vientre de Doña Carmen.

      La sensación de estar allí, de flotar en un estado de completa paz, fue indescriptible. No quería salir de ese lugar, ya que se sentía tan delicioso y placentero, especialmente cuando la madre se movía. Fue un espacio lleno de bienestar, algo que jamás imaginé que experimentaría. Luego, el viaje me llevó a una vida anterior. En ella, pude revivir situaciones con tal nivel de detalle que me sorprendió. Viví 29 años en esa existencia y luego la vida se extinguió, igual que en dos vidas pasadas más, donde también fallecí a una edad temprana, no más de 30 años.

     Mi viaje continuó, hasta que finalmente llegué a lo que consideré el punto clave de la regresión, la vida que estaba buscando. Esta vida estaba llena de abundancia, lujos y derroche, pero a pesar de todo ello, carecía completamente de sentimientos, de conexión emocional. En este contexto, desempeñaba el rol de mujer, mientras que Maureen Luz era mi pareja, aunque en este plano invertido era hombre. Al igual que en mis otras vidas, allí también estaba cerca la chinita, quien siempre me brindaba apoyo, ayudándome en todo momento.

139

MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS      1971 – 2021     CARLOS CAMPOS COLEGIAL

     Este viaje por mis vidas pasadas fue una experiencia asombrosa, que marcó un antes y un después en mi manera de ver la existencia. Lo que conocía como "reencarnación" pasó a ser, para mí, algo completamente diferente, algo que prefiero llamar "recreaciones", ya que mi percepción de la vida, el ser y la evolución cambió radicalmente después de esta vivencia tan profunda y reveladora. Sin embargo, hasta aquí puedo relatar lo que viví en ese viaje tan único, un relato que me acompañará y hará que cuestione muchas de las realidades conocidas.

    El resultado de esta única experiencia de regresión trajo consigo dos conclusiones trascendentales, que, con el paso del tiempo, se materializaron de manera sorprendente. La primera fue que la relación con La Chinita tendría una duración de cinco años, mientras que con Maureen Luz se extendería por 30. Estas conclusiones fueron los únicos aspectos que me causaron dudas y contradicciones, y a menudo discutía con el obispo sobre su exactitud. Él, en su peculiar manera, solía responderme con un dicho popular: "tiene más rebaja una guía de marranos". Sin embargo, tal y como me lo había anticipado, ambas relaciones duraron lo profetizado con una precisión asombrosa, y todo ocurrió por circunstancias que solo aquellos que nos envían a este plano pueden comprender. A lo largo de mi vida, nunca he creído en horóscopos ni en predicciones de ningún tipo, pero la regresión y la carta astral son para mí los únicos métodos que parecen tener un fundamento sólido.

140

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar