MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Primera Edición: 6 de mayo de 2024
Mis Últimos 50 años 1971 – 2021
Carlos Campos Colegial
Diseño de portada e ilustración: Carlos Campos Colegial
Maquetación: Carlos Campos Colegial
Corrección: Carmen Marlene Rojas Ibarra
Reservados todos los derechos, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su trasmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) Sin autorización previa y por escrito de los titulares de copyright.
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Nota del Autor
Mis "Últimos 50 años", transcurren desde el inicio de la secundaria en el Seminario Menor de Pamplona (Febrero de1971) hasta el traslado de Belalcázar (Caldas) a Medellín en plena mal llamada "pandemia" (Abril de 2020) contra todos los pronósticos.
Mi principal objetivo al compartir estas memorias, no es otro que exponer situaciones y experiencias que de una manera u otra sirvieron como base a mi diario vivir; si logro impactar la vida de uno solo de ustedes, he logrado mi propósito y por tanto ha valido la pena esta publicación.
A lo largo de mi existencia, he recibido constantes sugerencias de personas que, al escucharme, me preguntan: "¿No has considerado escribir todo esto que nos cuentas?". Fue entonces cuando me encontré con una excelente reflexión de Miguel de Unamuno: "Sólo podemos conocer y sentir a la humanidad en el único ser humano que tenemos a mano". Esta frase caló hondo en mí, y fue ese otro motivo a embarcarme en esta tarea. Poco a poco, los relatos comenzaron a aflorar, y que ahora comparto con ustedes.
Recuerda que todo lo que es pensable es también realizable. Todo lo que una persona puede desear también lo puede conseguir. Incluso tú. Si los demás lo consiguieron, tú también lo conseguirás, pues las leyes del universo, del que tus formas parte, son justas, correctas, y no discriminatorias e infalibles
Sería muy placentero para mí, haberle inspirado y se anime a escribir sus memorias, que, con toda seguridad, tienes mucho que contar, y que le puede servir a alguien.
Como te podrás dar cuenta no soy escritor ni poeta ni nada parecido, solo trasmito por escrito algunas de mis múltiples historias que a diario narro.
Carlos Campos Colegial
1
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
AGRADECIMIENTOS
Agradezco de manera infinita y eterna al Padre Universal, a los seres superiores que de una u otra manera estuvieron guiando la escritura de "Mis Últimos 50 años" y varios relatos relacionados, que poco a poco verán la luz, en este portal.
Son muchas las personas a las que tendría que dar gracias; pero me van a permitir limitarme a estos 11 seres maravillosos, quienes de una manera u otra fueron y son fundamentales a través de los años de mí tránsito por este planeta.
A todas ellas infinitas gracias y un Dios te pague igualmente infinito y eterno.
Maureen Luz Ojeda Vásquez
Myriam Chacón Martínez
Carmen Marlene Rojas Ibarra
Esperanza Ardila Suárez
Ana Zoraida Carrillo Sánchez
Dolly Cecilia Ruiz Marín
Geomar del Socorro Olier Marrugo
Luz Marina Jiménez Gómez
Beatriz Elena Monsalve Urrego
Gloria Arroyave Arango
Claudia Quiceno Álvarez
2
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Mis padres, Saturnino Campos Gutiérrez, más conocido como "Pacho", y Carmen Luisa Colegial Cuadros; Don Saturnino nació el lunes 2 de noviembre de 1925 en Salazar de las Palmas (Norte de Santander) y Doña Carmen, el martes 30 de abril de 1929 en Chinácota (Norte de Santander). Se conocieron en el año 1951, pero fue solo hasta finales de 1958 cuando decidieron iniciar un fugaz noviazgo, casándose meses después.
Don Pacho era de baja estatura, contextura gruesa, piel morena, cabello crespo entrecano y ojos claros. Doña Carmen, en cambio, era de contextura delgada, estatura promedio, piel blanca, cabello lacio entrecano y ojos castaño oscuro.
Don Pacho siempre vestía de manera muy particular: camisa blanca de manga larga marca Primavera, franela y calzoncillos blancos BVD, pantalón de dril caqui supernaval que mandaba confeccionar a medida, zapatos clásicos La Corona color negro y calcetines Pepalfa del mismo color. Doña Carmen, por su parte, era muy modesta en su vestir. Ella misma confeccionaba sus trajes, generalmente de estilo sastre, nunca usó pantalones y su calzado siempre fue cerrado, jamás usando tacones.
Don Pacho era analfabeto; sin embargo, después de casarse con Doña Carmen, quien había terminado la primaria, ella le enseñó a firmar y a realizar las operaciones matemáticas básicas. Aunque nunca aceptó su condición, cuando en público debía leer o escribir algo, solía argumentar que era "muy corto de vista" y que jamás usaría gafas.
3
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Ambos tenían un temperamento muy fuerte, mal genio y celos excesivos. Todos los tíos, tanto paternos como maternos, eran conocidos por ser muy bromistas, como se decía en nuestro medio, "mamadores de gallo", excepto Don Pacho y Doña Carmen, quienes no tenían sentido del humor y siempre tomaban las cosas con extrema seriedad.
Un dato que se me pasaba mencionar es que Don Pacho era el treceavo hijo de 22. Los doce primeros fueron fruto de seis partos de mellizos. Por su parte, Doña Carmen era la tercera de 14 hijos, entre los cuales también hubo un par de mellizas. De este modo, crecí rodeado de una numerosa familia, lo que me llevó a tener un total de 36 tíos. Tuve la fortuna de conocer a la abuela paterna y a los abuelos maternos. El abuelo paterno, lamentablemente, falleció a los 45 años debido a muerte súbita.
El jueves 8 de enero de 1959, Don Pacho y Doña Carmen unieron sus vidas en matrimonio católico en la Iglesia de Santo Domingo de Pamplona. Después de la ceremonia, se radicaron en Gramalote (Norte de Santander), donde Don Pacho tenía un negocio, y fue allí donde nací. Vivieron en total armonía hasta que llegó el momento de escoger mi nombre, en diciembre de ese mismo año.
Cuando surgió la decisión, mi padre quería que me llamara como él, Saturnino, mientras que mi madre rechazaba ese nombre por completo y prefería cualquier otro, menos ese. Desde su niñez, a Don Pacho siempre lo llamaban Pacho, y muy pocos conocían su nombre de pila. De hecho, Doña Carmen solo supo su verdadero nombre el día de su matrimonio.
4
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Mi padre, con un fuerte apego a la tradición familiar, deseaba bautizar a su primer hijo con ese nombre singular, tal como lo habían hecho sus antepasados. Por otro lado, Doña Carmen, junto con su madre y varias de sus hermanas, quienes se encontraban allí celebrando mi llegada al mundo, pasaron horas tratando de convencer a mi padre. Sus argumentos iban desde los más lógicos hasta los más forzados, e incluso algunos se basaban en fundamentos religiosos. Se sugirieron nombres como Luis Felipe, Alberto, Juan e incluso Ignacio, en honor a una tía paterna que, al ingresar a un convento de clausura, había adoptado ese nombre en lugar de su nombre de pila original.
Todo parecía perdido ante la terquedad de Don Pacho, quien, empecinado en su postura, insistía en que su hijo llevara su nombre, y no cedía ni un ápice. Ni siquiera la amenaza de separación de Doña Carmen logró hacerlo cambiar de parecer. La discusión se prolongó durante varios días, lo que obligó a aplazar el viaje a Pamplona para el registro notarial, hasta la siguiente semana. Esto se repitió en varias ocasiones, hasta que en la que debía ser la última reunión, más concurrida debido a la presencia de varios tíos paternos y maternos, quienes se sumaron al debate con sus opiniones a favor de diferentes nombres y en contra del tradicional Saturnino, se vislumbró una pequeña luz al final del túnel.
5
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Uno de los tíos visitantes, (Jesús María Campos Gutiérrez) en su afán de aportar a la solución, había traído consigo un almanaque Bristol del año 1960, el cual era un objeto común en los hogares de la época. Este almanaque contenía información básica y útil, como las fases lunares, los eclipses y el santoral diario católico, con nombres como Anatolio, Cupertino, Bartolomé, entre otros. El almanaque, con su cargada carga de tradición y simbolismo, era aún distribuido habitualmente entre la población rural, y muchos de los allí presentes confiaban en su sabiduría y orientación.
Ya cansado de tantas discusiones y previendo que aquello podía derivar en problemas mucho más complejos que la simple elección de un nombre, el recien llegado tio Jesús, sugirió una solución que, aunque salomónica, no era menos controversial. Propuso a los presentes que se realizara una votación para escoger el nombre definitivo del recién nacido, pero bajo una condición: el nombre a elegir debía ser el del santo que apareciera en el almanaque Bristol, o en su defecto, el tradicional Saturnino. Todos los presentes, agotados por la interminable disputa, estuvieron de acuerdo con esta propuesta, aunque sabían que, independientemente del resultado, lo que viniera después no sería menos complicado.
De inmediato, se consultó la fecha de nacimiento del bebé, que había sido el miércoles 4 de noviembre. Con la fortuna de los miembros de la familia, pero el descontento de Don Pacho, esa fecha coincidía con el Día de San Carlos Borromeo, Obispo y Mártir.
Fue entonces cuando, de forma unánime, se eligió el nombre Carlos, pero debía llevar un segundo nombre. Don Pacho sugirió Arturo, mientras que el resto de los presentes prefería Eduardo. Sin embargo, esta vez Don Pacho logró imponerse, y cuando llegó el momento de registrar al pequeño, optó por agregar Arturo como segundo nombre
6
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
La Navidad se acercaba rápidamente, y cuando Don Pacho llegó a la Notaría Primera de Pamplona para registrar al niño, el encargado de la notaría les informó que, dado que ya había pasado más de un mes desde su nacimiento, primero debía ser bautizado y, con su partida de bautismo, podrían proceder al registro civil.
Para Don Pacho, esto fue una ofensa, pues, a pesar de ser un hombre recalcitrante conservador, era también un ateo convencido. Decidió dejar pasar otro día, y, conociendo bien las normas del lugar, acudió a la Notaría Segunda. Esta vez, le presentó al encargado una nueva historia: el niño había nacido el domingo 22 de noviembre en una dirección que llevaba anotada, que, según él, correspondía a la jurisdicción de esa notaría. En aquella ciudad, las autoridades habían dividido de manera imaginaria el territorio en dos partes, lo que significaba que cada notaría atendía aproximadamente el 50% de la ciudad.
Finalmente, el pequeño fue registrado en la Notaría Segunda de Pamplona como Carlos Arturo, naciendo el domingo 22 de noviembre de 1.959 a las 2:32 de la mañana.
Esta fecha, aunque en su momento no parecía tener mayor trascendencia, se reveló como premonitoria para los caprichos del destino. Años después, con el paso del tiempo, logré planificar mi vida con una certeza: si el futuro me deparaba la oportunidad de ser padre, debía serlo antes de los 25 años. Justo cuando cumplí esa edad, según mi documento de identidad, nació la menor de mis hijos y única hija, en la ciudad de Bucaramanga, el 22 de noviembre de 1.984.
7
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
A los pocos meses de haber nacido, mis padres se trasladaron a Pamplona, donde crecí y viví la mayor parte de mi niñez. Es importante mencionar un suceso que, aunque al principio pareció un simple episodio de mi infancia, más adelante descubriría su relevancia en mi vida. Cuando tenía alrededor de dos años, Doña Carmen acostumbraba a hacer mercado todos los días. Para evitar que yo la incomodara mientras compraba, me dejaba en el almacén de Don Pacho, donde trabajaban dos jóvenes: una rubia de ojos azules y una morena, de piel canela y ojos negros.
De alguna manera, sentía una conexión especial con la rubia, hasta el punto de rechazar a la morena, a quien siempre evitaba y prefería irme junto a la otra joven. Esta preferencia era tan marcada que, en más de una ocasión, la joven rubia tuvo que acompañarme hasta la casa para calmarme, pues me negaba a quedarme solo sin ella. Lo que no imaginaba en aquel entonces es que, años más tarde, este episodio tendría un giro tan inesperado e increíble que nos haría pensar que el destino tiene formas insospechadas de actuar.
La vida, en ocasiones, guarda secretos que, en un principio, parecen insignificantes, pero con el paso del tiempo se revelan como piezas claves de una historia mucho más profunda de lo que se podría haber imaginado.
Aprendí las primeras letras de la mano de Doña Carmen y a través de Radio Sutatenza, con la cartilla La alegría de leer. Así que, cuando ingresé al kínder de Doña Luisa Gómez de Carvajal en el año 1.966, fui promovido de inmediato a primero de primaria. Dos años más tarde, pasé al Liceo Pamplona de Don Antonio José Castro Abella, donde cursé el resto de la primaria hasta el año 1.970.
8
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Sin embargo, fue en el año 1.968, mientras cursaba tercero de primaria, cuando ocurrió un hecho que marcaría mi vida para siempre. El miércoles 1 de mayo, presencié el primer acto sobrenatural de mi corta vida. Este evento despertó en mí un interés profundo por todo lo relacionado con lo paranormal, un interés que ha perdurado hasta nuestros días.
Aquella mañana, fui al mercado a comprar algo que faltaba para el almuerzo, cuando de repente, a pocos metros de donde me encontraba, se armó una discusión entre dos señores adultos. Uno de ellos era conocido por poseer algunas facultades paranormales, y ese día me quedó claro que, en efecto, eran reales. El otro señor, un comerciante, se sintió insultado por su oponente y, en un arrebato de ira, sacó de su cintura una cuchilla de unos 20 centímetros. Sin pensarlo dos veces, arremetió contra el hombre que lo había provocado.
Lo que ocurrió a continuación me dejó una impresión imborrable. El hombre con facultades paranormales no mostró ningún temor ni se movió, permaneció tranquilo y sonriente ante el ataque. Cuando la cuchilla llegó a su abdomen, sucedió algo que desafió toda lógica: la hoja metálica se replegó sobre sí misma, como un acordeón, hasta quedar totalmente retraida contra la cacha. El comerciante, visiblemente asombrado, soltó la cuchilla, la cual cayó sobre una vitrina, recobrando de inmediato su forma original. La cuchilla dio un pequeño brinco al tocar la superficie de vidrio, como si hubiera vuelto a la vida.
9
MIS ÚLTIMOS 50 AÑOS 1971 – 2021 CARLOS CAMPOS COLEGIAL
Aquel evento fue tan impactante que cambió mi perspectiva sobre lo que es posible en este mundo. Desde ese momento, comprendí que hay fuerzas y fenómenos que escapan a la comprensión humana, y mi interés por los misterios del universo creció de forma desmesurada. Para mí, a partir de ese día, todo es posible.
Fundamental en mi niñez fue la presencia de mi abuelo materno, quien, a pesar de que solo nos encontrábamos cada seis meses, en las vacaciones escolares, dejó una huella profunda en mi vida. Fue un referente en varios aspectos, empezando por su nombre, que llegó a cambiar por completo. Originalmente se llamaba Tiburcio Leal, pero él no quería ser identificado como hijo natural. En esa época, si el padre no reconocía al hijo, la madre le asignaba únicamente su primer apellido, pero el niño era considerado hijo natural, a diferencia de los hijos legítimos, que llevaban ambos apellidos. Esto no era algo que a Tiburcio le agradara en absoluto.
El abuelo, queriendo arreglar su situación, se reunió con un notario para proponerle un cambio de nombre. El funcionario aceptó sin dudarlo, ya que el solicitante no era otro que el gamonal del pueblo. Luis Felipe fue el nombre que eligió, y para el apellido, optó por algo único. Se inclinó por Colegial porque lo consideraba un apellido distinto, que no solo fuera raro, sino que reflejara algo de importancia. Luego, añadió Colmenares, un apellido prestante en el Norte de Santander.
10